Tuesday, June 26, 2007

Breve guía para entender la CASEN 2007

Breve guía para entender la CASEN 2006
por Mario Marcel
La Segunda, junio 25, 2007
El ingreso familiar total per cápita se obtiene dividiendo los ingresos familiares totales por el número de habitantes del hogar. El ingreso familiar total corresponde a la suma de los ingresos autónomos --esto es, ingresos del trabajo y rentas del capital, los subsidios monetarios y una imputación de arriendos para las familias que son propietarias de sus viviendas.
De esta manera, las variaciones en el ingreso familiar total per cápita dependen de los cambios que se produzcan en el tamaño de los hogares, el número de personas que aportan ingresos al hogar, los salarios y rentas que éstos obtienen, los subsidios monetarios del estado que llegan a las familias y de la proporción de familias que son propietarias de sus viviendas.
Una de las razones por las que algunos personeros han pedido explicaciones a las autoridades sobre los resultados de la CASEN es el hecho de que entre 2003 y 2006 se observe una reducción de la pobreza muy fuerte en relación al crecimiento de la actividad experimentado en el período. La simple descripción anterior puede ayudar a responder a estas dudas. En efecto, para que se reduzca la incidencia de la pobreza, lo relevante no es necesariamente lo que ocurre en el PIB total o en los ingresos promedio de la población, sino lo que ocurre en el entorno de la línea de la pobreza, esto es, en el 20% más pobre de la población.
Basta con que en el año de comparación (2003 en este caso) haya habido una proporción importante de hogares inmediatamente debajo de la línea de la pobreza o que el ingreso familiar total per cápita de las familias más pobres crezca más que el promedio para que el crecimiento se traduzca en una reducción más que proporcional en la pobreza. De esta manera, para que el crecimiento económico sea pro-pobre se necesita que ocurra una o (preferentemente) más de las siguientes cosas en los hogares más pobres: (a) que el tamaño promedio de estos hogares se reduzca; (b) que aumenten las personas ocupadas por reducción de la cesantía o por incorporación de inactivos al mercado del trabajo; (c) que los ingresos que obtienen los ocupados aumenten; (d) que mejore el acceso de estos hogares a los subsidios monetarios que entrega el estado y, (e) que aumente la proporción de familias que son propietarias de sus hogares. En otras palabras, la relación entre crecimiento y reducción de la pobreza no es fija, no está escrita en las leyes del país ni en las de la economía, sino que depende de la forma que tome el crecimiento, el comportamiento que tiene el mercado del trabajo y cómo operan las políticas públicas.
Poner en duda la CASEN porque con menor crecimiento se redujo más la proporción de hogares pobres en relación a lo ocurrido en los 90 equivale a crear una tautología en torno a que la pobreza sólo se reduce con crecimiento, asumir que en Chile nunca va a mejorar la distribución de los ingresos y condenar de antemano a las políticas sociales. Entre 2003 y de 2006 se ha observado algo muy distinto a esto. En este período el empleo creció en medio millón de ocupaciones, muchos empleos informales fueron reemplazados por empleos asalariados, aumentó en varios puntos porcentuales la tasa de participación de las mujeres, el gasto en subsidios monetarios del estado creció en más de 10% real, y las políticas públicas generaron más de 300.000 soluciones habitacionales reduciendo en consecuencia el allegamiento. Lo que la encuesta CASEN de 2006 nos dice es que ahora sí estos fenómenos beneficiaron más a las familias de menores recursos, haciendo que su ingreso total per cápita creciera más que el promedio. Esto marca un importante contraste con lo observado en el pasado. Entre 1996 y 2000, por ejemplo, la CASEN mostró que el crecimiento de los ingresos de los hogares del 20% más pobre fue la mitad del promedio de la población.
El mejoramiento en los indicadores de distribución y el crecimiento pro-pobres son dos caras de la misma moneda.Frente a esta evidencia algunos mantendrán su incredulidad, cuestionando algún aspecto metodológico o contrastando las estadísticas con lo reportado por el programa “Contacto” esta semana. Pero aún a los incrédulos se les debe exigir consistencia.
No se puede discutir algún detalle metodológico de una encuesta a 73.000 hogares y al mismo tiempo aceptar como representativas de la realidad las imágenes mostradas por un programa de televisión para 20 casos de familias seleccionadas con criterios desconocidos. O le creemos a las estadísticas o le creemos a las sensaciones.
Así como nadie espera que las estadísticas diviertan a la gente creo que tampoco podemos confiarle a la televisión la construcción de la realidad del país. Aunque sea provocativo para los incrédulos, yo le creo más a la CASEN que a Contacto.
Mario Marcel

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